En el plazo de diez años, todos los pagos serán fáciles de hacer, rápido, bajo costo, interconectados, interoperables y trabajar de la misma manera en la mayoría de los países. No habrá diferencia entre el envío de un pago como un consumidor o como una empresa, y todos los beneficiarios serán accesibles y direccionable a través de un proxy como su número de teléfono o dirección de correo electrónico. Será tan simple como enviar un pago a alguien en otro país, ya que es nacional.
Estas tendencias también cubren las cartas. Mientras que la tarjeta como un token físico no puede desaparecer, el pago real de la tarjeta se iniciará, se borrará y se liquidará de la misma manera que cualquier otro pago y a través de los mismos mecanismos. Además, el efectivo no es inmune. Ya está siendo sustituido por las tarjetas y las transacciones electrónicas en el punto de venta y, a medida que continúa la tendencia, el uso y la proliferación de los cajeros automáticos disminuirá.
La infraestructura central subyacente a esta visión será generalmente la misma. Para los bancos comerciales participantes y los proveedores de servicios de pago, no habrá necesidad de procesamiento de pagos complejos y personalizados. El remitente sólo tendrá que suministrar la misma información de los beneficiarios básicos para realizar el pago.
¿Cómo se logrará esto? Puesto simplemente, se realizará a través de plataformas nacionales de pago instantáneo que están interconectados. Todos los pagos, independientemente del tipo, fluirá a través de tales plataformas, con la posible excepción de pagos sistémicamente importantes.
Este mundo no es en absoluto extravagante. El viaje ya ha empezado, pero es un viaje lleno de dificultades. Entonces, ¿qué tendrá que pasar de vez en cuando? ¿cómo llegaremos a la nueva panacea?